Canto de mi mismo

Walt Whitman

1819-1892

Ahora me dedicaré a escuchar,

para que cuanto escucho enriquezca este cantar y los sonidos contribuyan a dicho enriquecimiento.

Oigo arias de bravura a cargo de pájaros, el murmurar del trigo que se ajita, chismorreos de llamas, crepitar de maderas que cocinan mi comida.

Oigo el sonido que amo: el sonido de la voz humana,

Oigo todos los sonidos al mismo tiempo, combinados, fundidos o siguiéndose,

Sonidos de la ciudad y sonidos que vienen fuera de la ciudad . Sonidos del día y de la noche,

palabrerío de niños que se dirigen a quienes aman, risotadas de los trabajadores mientras comen,

voces airadas de quienes ponen término a su amistad, débiles expresiones de los enfermos,

la sentencia de muerte pronunciada por los pálidos labios del juez cuyas manos agarran el estrado,

las exclamaciones de los estibadores que descargan los barcos en los muelles, las canciones de quienes levan anclas,

las campanas de alarma, el grito de incendio, el chirrido de rápidas maquinarias y de los carros de mangueras precedidos de tañidos y luces de colores,

el silbato de vapor, el firme rodar del tren con sus vagones,

la lenta marcha ejecutada por quienes encabezan la manifestación que marcha de dos en dos

( se encaminan a montar guardia en torno a algún cadáver: en lo alto de las banderas se ven cintas de muselina negra).

Escucho el violonchelo ( es la endecha del corazón del joven).

Escucho la corneta de llaves, cuyo sonido resbala por mis oídos y despierta sensaciones agridulces en mi vientre y mi pecho.

Escucho el coro. Una gran ópera.

Ah, esto es verdadera música; me va bien.

La voz del tenor, amplia y fresca como la creación, me llena.

La órbita flexible de su boca derrama melodías que me llenan por entero.

Escucho a la adiestrada soprano ( ¿ qué relación guarda mi obra con ella?)

La orquesta me sume en un remolino más amplio que el recorrido de Urano;

suscita en mí ardores de los que no tenía noticia;

me lleva al mar, donde chapoteo con los pies desnudos que las indolentes olas vienen a lamer;

me golpea una amarga y colérica granizada que casi me roba el aliento;

enterrado a medias en dulce morfina, mi garganta me estrangula como si fuese a morir.

Por fin que incorporo de nuevo para sentir el enigma de los enigmas

y lo que llamamos La Existencia.

 

 

 

I.1 Acústica.....